Por: Esther Rodríguez
El matrimonio es un vínculo sagrado que Dios nos delegó para vivir en armonía con nuestra propia especie e incluso nos colocó en su creación como amos y señores de todo lo creado, pero el pecado de Adán y Eva interrumpió el propósito original, y ese pecado dio como resultado todas las amenazas que enfrenta hoy el matrimonio, y por ende la familia, y ni hablar de los hijos, cientos de miles de niños, jóvenes y adolescentes sufren y padecen hoy por causa de un divorcio, del abandono y la desprotección, resultando ser huérfanos de padres vivos.
El matrimonio no puede convertirse en un ring de boxeo. Tampoco es una constante. Requiere del trabajo y el esfuerzo de la pareja para que funcione. También requiere de nuestra determinación, de saber y entender qué deseamos juntos y hacia dónde queremos llegar, porque no se trata sólo de nosotros, sino también de obedecer a Dios.
Dios es el autor del matrimonio, les guste, o no lo crean. Fue Dios quien creó al hombre y creó a la mujer porque vio que no era bueno que él estuviera sólo, y dijo: «le haré ayuda idónea», y al unirlos dijo: que ya no sean más dos, sino uno.
¡Dios es la garantía para que un matrimonio permanezca!
Dios en el centro del matrimonio, sanará, restaurará, transformará y cambiará todo lo que representa una amenaza, si actuamos en obediencia a él, si nos guía su palabra, si dependemos de él en nuestras decisiones, y si enfrentamos nuestras luchas y batallas buscando su dirección.
Cristo y sólo Cristo es la garantía del matrimonio y la familia, y hoy más que nunca vivimos un mundo en decadencia que necesita escuchar y saber que hay esperanza, pero sobre todo que el resultado depende solo y exclusivamente de nuestras decisiones de honrar y obedecer a Dios, antes que a los hombres.
Dios no une personas, sino propósitos, y es necesario también qué el matrimonio sea visto y tomado en cuenta como una decisión sería, de mucho peso y que dé él depende toda nuestra vida, para que al asumirlo, lo hagamos conscientes de que toda nuestra estabilidad emocional y seguridad, depende de ello.
El matrimonio es un vínculo sagrado que Dios nos delegó para vivir en armonía con nuestra propia especie e incluso nos colocó en su creación como amos y señores de todo lo creado, pero el pecado de Adán y Eva interrumpió el propósito original, y ese pecado dio como resultado todas las amenazas que enfrenta hoy el matrimonio, y por ende la familia, y ni hablar de los hijos, que cientos de miles de niños, jóvenes y adolescentes sufren y padecen hoy por causa de un divorcio, del abandono y la desprotección, resultando ser huérfanos de padres vivos.
Dios tenga misericordia y nos ayude en tan urgente tarea, porque si las familias no están bien, tampoco lo estará la sociedad.