Por: Esther Rodríguez
Con preocupación e indignación observo los escenarios de conflictos territorial que por un lado enfrentan Palestina e Israel, y por el otro, *República Dominicana y Haití, ambos con un denominador común: *Un Territorio común a ambos*.
En Mateo 22:36-40, leemos lo siguiente:
Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primer y gran mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Si nos vamos a la génesis del problema, en ambos casos, nos referimos a naciones reunidas en un mismo territorio, y ante ésta realidad, y el amar al prójimo cómo a mí mismo (no más que a mí mismo), al amor y la justicia divina, a respetar el derecho ajeno y la convivencia en paz, a los deberes y derechos que nos asisten como naciones y seres humanos, ésta es mi humilde opinión u apreciación.
Palestina e Israel descendientes de Ismael e Isaac, hijos de Abraham con Agar y Sarah, por consiguiente hermanos de padre, recibieron promesas ambos de convivencia. Ismael, como hijo primogénito de Abraham y Agar recibió la bendición de Dios a través de su padre, y así se evidencia en Génesis 17:18-22… Así que Abraham le dijo a Dios: —¡Que Ismael viva bajo tu bendición especial! Pero Dios le respondió: —No. Sara, tu esposa, te dará a luz un hijo. Le pondrás por nombre Isaac, y yo confirmaré mi pacto con él y con sus descendientes como pacto eterno. Con respecto a Ismael, también a él lo bendeciré, tal como me has pedido. Haré que sea muy fructífero y multiplicaré su descendencia. Llegará a ser padre de doce príncipes y haré de él una gran nación; pero mi pacto se confirmará con Isaac, quien nacerá de ti y de Sara dentro de un año. Cuando Dios terminó de hablar, dejó a Abraham.
Según judíos y cristianos cuando la circuncisión fue instituida para la familia de Abraham, Ismael tenía trece años (Gn. 17:25) e Isaac aún no había nacido (puesto que nació cuando Ismael tenía 14 años, a los cien de Abraham).
Es importante entender que no todos los árabes son musulmanes, y que no todos los musulmanes son árabes. Mientras que la mayoría de los árabes son musulmanes, hay muchos que no lo son. Es más, hay un mayor número de musulmanes no árabes (en áreas tales como Indonesia y Malasia) que árabes musulmanes. Segundo, es importante recordar que no todos los árabes odian a los judíos, que no todos los musulmanes odian a los judíos y que no todos los judíos odian a los árabes y musulmanes. Debemos ser cuidadosos de evitar estereotipar a la gente. Sin embargo, en términos generales, los árabes y los musulmanes tienen un rechazo y desconfianza hacia los judíos y viceversa.
Si hay una explicación bíblica explícita para esta hostilidad, ésta proviene desde Abraham. Los judíos son descendientes de Isaac el hijo de Abraham. Los árabes son descendientes de Ismael, también hijo de Abraham. Habiendo sido Ismael el hijo de una esclava egipcia (Génesis 16:1-6), e Isaac habiendo sido el hijo prometido que heredaría las bendiciones de Abraham (Génesis 21:1-3), obviamente habría alguna hostilidad entre los dos hijos. Como resultado de las burlas de Ismael hacia Isaac (Génesis 21:9), Sara habló con Abraham, solicitándole que enviara a Agar y su hijo Ismael lejos de ahí (Génesis 21:11-21). Probablemente esto causó aún más desprecio en el corazón de Ismael por Isaac. Un ángel le profetizó a Agar que Ismael sería: “…hombre fiero; su mano será contra todos, y la mano de todos contra él” (Génesis 16:11-12).
Creo que en la Biblia no hay contradicción, por lo que a pesar de la promesa dada por Dios a Abraham de que junto a Sarah tendrían un hijo, la información que Deuteronomio 21:15-17 nos da, merece la atención, interpretación y análisis justo a partir de lo que Dios haría en nuestro lugar, no así la posición legalista que por conveniencia ha sembrado odio a través de los tiempos. Éste pasaje expresa lo siguiente:
El derecho del primogénito
15 Tomemos el caso de un hombre que tiene dos esposas y que ama a una de ellas, pero no a la otra; ambas le dan hijos y el primogénito es el hijo de la mujer a quien no ama. 16 Cuando tal hombre reparta la herencia entre sus hijos, no dará los derechos de primogenitura al hijo de la esposa a quien ama ni lo preferirá en perjuicio de su verdadero primogénito, es decir, el hijo de la esposa a quien no ama. 17 Más bien, reconocerá al hijo de la esposa que no ama como primogénito y le dará una doble porción de sus posesiones. Ese hijo es el primer fruto de su vigor y a él pertenece el derecho de primogenitura.
Si nos vamos al ejemplo de Jacob y Esau, cuando Esau vende su Primogenitura por un plato de lentejas, el libro de Hebreos nos dice que la lección espiritual de la acción de Esaú, es que observemos lo fácil que puede ocurrir salirse del camino de Dios, llenarse de amargura y contaminarse espiritualmente (Hebreos 12:15). Se nos advierte que no seamos un “profano como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura” (v. 16).
La religión del Islam, a la cual pertenecen una mayoría de árabes, ha hecho esta hostilidad aún más profunda. El Corán contiene algunas instrucciones contradictorias para los musulmanes respecto a los judíos. En un punto, se instruye a los musulmanes a tratar a los judíos como hermanos, y en otro, ordena a los musulmanes a atacar a los judíos que rehúsen convertirse al Islam. El Corán también introduce un conflicto en cuanto a quién es el verdadero hijo de la promesa de Abraham. Las Escrituras hebreas dicen que fue Isaac. El Corán dice que fue Ismael. El Corán enseña que fue Ismael a quien Abraham casi sacrificó al Señor, no Isaac (en contradicción a Génesis capítulo 22). Este debate sobre quien fue el hijo de la promesa, contribuye a la hostilidad actual.
Sin embargo, la más antigua raíz de amargura entre Isaac e Ismael, no explica toda la actual hostilidad entre judíos y árabes. De hecho, por miles de años en la historia del Medio Oriente, los judíos y los árabes vivieron en relativa paz e indiferencia de unos hacia otros.
Israel tiene un derecho de existir como nación en la propia tierra que Dios les dio a los descendientes de Jacob, nieto de Abraham. Al mismo tiempo, creemos firmemente que Israel debería buscar la paz y mostrar respeto por sus vecinos árabes. El Salmo 122:6 dice, “Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman”. Ante éste conflicto, Dios, el rey justo y soberano de las naciones, desde la creación, nos ha convidado a vivir en armonía y paz para disfrutar lo que él nos ha dado. El amor, la paz, la justicia y la misericordia como pueblos, siempre estará por encima de la violencia y la destrucción. No creo sea ni haya sido parte del plan de Dios la guerra territorial de dichas naciones, aun existan derechos, el valor de la vida humana, está por encima de los intereses particulares y cualquier provocación, sobre todo si como cristianos creemos «que el amor puede cubrir multitud de faltas». La base de la doctrina cristiana está fundamentada en el amor, perdón y también diría el respeto,… Porque el respeto al derecho ajeno es la paz.
República Dominicana y Haití, enfrentan algo parecido como territorio. Somos dos naciones totalmente diferentes como pueblos, cultura e idioma, pero en una misma Isla, podríamos decir casi Siameses.
Su origen histórico y sus gobernantes han sido sus propios enemigos, y toda una población sometida a sus propios abusos, por su propia gente, la que ha debido protegerle, convirtiéndola en una nación ingobernable, sin gobierno y con bandas patrocinadas y apoyadas por su propia gente que les oprime y mantiene secuestrado en su propia miseria.
Mientras República Dominicana, su siamés, comprendiendo la realidad de una Isla única e indivisible, extiende y ha extendido su brazo para socorrerles con alimentación, salud y acogida, hasta afectar nuestra población más necesitada:
«porque el amor cubre multitud de faltas,
porque nuestra Isla es una o indivisible o se hunde la Isla,
y porque vivir sin patria, es lo mismo que vivir sin honor»
y ante la ingratitud de ellos hacia nuestra solidaridad como nación, y a pesar de estar a la merced de los organismos internacionales que en ambos casos, a costa de la guerra de un lado, y la migración violenta del otro, buscan pescar en mar revuelto a través de las mal llamadas prevendas (préstamos y ayudas humanitarias esclavisantes), para mantener el control de gobernantes y naciones acostumbrados al ejercicio de una política maltrecha y corrupta, y dominar aquí y allá cual feroz león la selva, tal como expresa el poeta:
»Hoy es el egoísmo torpe maestro
a quien rendimos culto de varios modos,
si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro
¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!
En la propia miseria los ojos fijos,
buscamos las riquezas que nos convienen y todo lo arrostramos por nuestros hijos. ¿Es que los demás padres hijos no tienen?…
Vivimos siendo hermanos sólo en el nombre y, en las guerras brutales con sed de robo, hay siempre un fratricida dentro del hombre, y el hombre para el hombre siempre es un lobo.»
Poema: Sembrando, Marcos Rafael Blanco Belmonte
Tanto Israel como Palestina, República Dominicana y Haití, poseen un territorio cómo tantas otras naciones con fronteras que nos unen e invitan a la reflexión de que *un territorio sin vidas, es un territorio sin alma.* Basta de guerras, procuremos la paz y convivir como hermanos, bajo el respeto de nuestros derechos, nuestras leyes y constitución, y *jamás bajo la rebelión de la muerte de inocentes!*, y que reine el respeto a la dignidad humana, la libertad y la conquista de la soberanía.