Por: Esther Rodríguez
Según datos estadísticos de nuestro país para el año 2022, el 4 % para la Educación solo se cumplió en 2020. La ley general de Educación, aprobada en el año 1997, ordena que el gasto público anual del Minerd debe alcanzar, en un período de dos años, un mínimo de 16 % del gasto público total o un 4 % del producto interno bruto estimado para el año corriente. La educación dominicana, incluyendo todos los niveles de la enseñanza, devengó RD$227,642.1 millones, equivalente al 96.4% de su presupuesto vigente, que se registró en RD$236,051 millones al cierre del 23 de diciembre 2022
Desde hace muchos años, la educación en la República Dominicana ha sido el gran talón de Aquiles de los gobiernos durante los últimos 20 años, y con mayor preocupación los últimos 4 años, donde la involución y falta de gestión ha brillado por la ineficaz gestión de las autoridades del sector, y falta de voluntad política. El descuido de Infraestructura, políticas públicas que favorezcan la operatividad, la planificación, la capacitación de personal administrativo y docente, la actualización de los programas educativos y su aplicación basados en los protocolos internacionales de la educación media y técnica, normativas de los estándares de calidad educativa y evaluación de la instrumentación salarial, han sido abandonados a su suerte, sin el menor remordimiento y a todo costo del sector humano más vulnerable, al mismo tiempo en desventaja total con países con menor carga fiscal de la región.
Recuerdo de niña cuando mi padre, un hombre de campo, levantó una familia de siete hijos. Llegado del campo a la capital ya con una preparación lograda por la gracia de Dios y de unos samaritanos extranjeros, nos decía a todos: “ustedes tienen que ser más que su papá, porque su papá nació en el campo, y ustedes nacieron en el pueblo”. Con ese pensamiento asumió la responsabilidad paternal de que sus hijos tuviesen mejor oportunidad que él en los estudios, de tal manera que las limitaciones económicas con una familia numerosa, no tuviese impedimento, por lo que se ocupó de que todos tuviésemos educación técnica junto con el bachillerato que nos permitiera insertar en el mundo laboral de inmediato, y continuar con los estudios universitarios cubiertos por nosotros mismos, y de esta manera contribuir con ese capítulo tan importante como lo es la economía de la educación familiar. Ese aprendizaje no sólo nos desarrolló, ayudó, marcó, también nos benefició a todos de tal manera que al salir del bachillerato nos insertamos al campo laboral, nos convertimos en productivos y con esa misma instrucción de educación, formamos nuestras generaciones.
Visto este ejemplo, y la realidad bochornosa que enfrenta la educación en nuestro país, así como la politización del sagrado derecho de la educación de una nación, creemos necesario, favorable y urgente la revisión de las normativas que regulan el sistema de educación, a los fines de que el mismo sea sustituido por un organismo descentralizado y asignado por decreto, como los es Los Jesuitas (del IPL) para formar la educación intermedia y técnica, y el sistema educativo Montessori, para la educación primaria, bajo la coordinación y supervisión del Ministerio de Administración Pública (MAP), y las demás instituciones administrativas del estado que intervienen en su regulación y aplicación de las leyes y normativas constitucionales, con las garantías de conformación de los perfiles jerárquicos, educativos y docentes recomendados, analizados y discutido por los directivos designados por decreto, y las autoridades del MAP.
Es imposible creer y aceptar que se hable de la República Dominicana como un país estable económicamente con cifras maquilladas para beneficio de improntas políticas, mientras la educación, como base del desarrollo y sostenibilidad se mantiene como tormenta estacionaria y de amenazante peligro.
Es urgente que como nación iniciemos la transición y transformación de la educación dominicana elevandola hacia una nueva visión de futuro, y desarraigarla de los intereses malsanos que la han secuestrado impidiendo su desarrollo y alcance cualitativo, donde la ausencia de conocimiento ha corrompido el pensamiento y aumentado la ignorancia y, la falta de criterios y el juicio crítico, ha incidido en la inobservancia e indiferencia de los males que acosan al sector a tal nivel, que sus beneficiarios no son capaces de advertirlo.
Es el momento de proponer y promover un cambio de paradigma que ha mostrado ineficacia, y nos propongamos sacar de una vez por todas nuestro país del calamitoso derrotero donde se encuentra la educación como desarrollo de los pueblos y forjador de pensamiento, todo por la dirección del egoísmo y la traición de inescrupulosos que contrario a nuestros patricios,han actuado para hundirnos más como país, porque su único interés es lucrarse de sus bajezas, sin importarles las consecuencias.
Dominicanos, despertemos y aunemos esfuerzos, para que la patria de Duarte, siga cumpliendo su ideal de ser un pueblo soberano, libre e independiente, y podamos exhibir una nación que brille por su calidad educativa.