Por: Esther Rodríguez
La necesidad fundamental del hombre es sentirse amado, y en consecuencia amable. Cuando es amado en el hogar y se le hace sentir este amor, el niño forma de si mismo una imagen positiva, que luego le acompañará durante toda su vida. Algo así como si pensara “Soy amado, me quieren, luego soy amable, soy digno”. Cuando no siente, percibe, ni recibe ese amor, el niño tiende a formarse una imagen negativa de sí mismo que, igualmente le acompañará toda su vida. Su pensamiento será algo así como “puesto que no me quieren es que debo estorbar, no debo merecer la pena de existir, no debo valer para nada…”
Al principio de su vida el niño no tiene formada una imagen de sí mismo, es a nivel emocional pura interrogación: “quién soy, qué se espera de mí, quiénes son los otros para mí y qué significan en mi vida”. La vida del hogar, palabras y sobre todo gestos de los padres, van respondiendo sus interrogantes, de modo que en un momento dado de su vida posterior, es la respuesta introproyectada de sus padres lo que saldrá a la luz. El niño piensa de sí, lo que sus padres le han hecho sentir y pensar, el niño amado siente que es amable, el niño no amado siente que no es amable. Su vida completa posterior va a depender de esos primeros años del hogar en que los padres vuelven a ser de otro modo verdaderos padres del niño. Lo fueron por la vía de generación, dándole el ser físico, y ahora lo vuelven a ser por la vía de la educación, dándole el ser emocional.
El hombre es un ser de necesidades, tiene hambre, sed, necesidad de amor, de sentirse alguien, de entregarse a un ideal. Cuando estas necesidades son atendidas, el ser humano se siente realizado a un nivel que llamamos “físico”, y a nivel “emocional”, se siente cada vez mejor. Las emociones y los sentimientos, no son buenos, ni malos, pero son los que nos mueven y definen en toda nuestra naturaleza humana. Las necesidades humanas son muchas y complejas y difíciles de integrar, ejemplo de ello es el celibato y el instinto sexual. Además de sentirse amado, el hombre necesita sentirse digno y valioso.
Vista esta condición de necesidad, veamos el hogar en la formación emocional del niño.
Escena Imaginaria: Un Hospital de niños. En la entrada esperan docenas de madres con sus hijos. Una mujer tiene a su hijito de pie a su lado y otro en brazos. El niño parece desear algo y hala la falda de la madre continuamente, esta, visiblemente molesta, trata de desprenderse una y otra vez de las manitas del niño, en un momento, la madre dio al niño un empujón y este cayo, acurrucado, a sus pies, llorando…
Dijimos que el niño en el primer momento de su vida, es pura interrogación acerca de sí mismo y que aguarda respuesta. El niño de la escena está recibiendo respuesta a esas preguntas fundamentales de su vida. A la primera pregunta de “quién soy?”, halla la respuesta de que eres un niño que estorba, que molestas, harás bien si te retiras. La segunda pregunta, “qué esperas de mí”, halla la respuesta, que no seas así, que no molestes a los demás, que calles y sufras. Y la tercera pregunta “quienes son los otros para mí”, halla la respuesta, los otros no me acogen, me atacan, me hieren, no son de fiar y tendre que protegerme de ellos…
Pongamos a ese niño viviendo una y otra vez escenas parecidas y no solo de parte de su madre, sino también de parte del padre, hermanos, etc, y tendremos un “joven problema”, con una autoimagen fuertemente negativa.
La comunicación con que se transmite al niño el juicio de los padres sobre él, se hace de dos maneras principales, no verbal y verbal. De 0 a 2 años, la comunicación es casi exclusivamente no verbal y corresponde muy especialmente a la madre. Consiste cuando es positiva en abrazos, besos, caricias, muestras de afecto, acunamiento, sonrisas, toda forma de contacto cariñoso. A partir de esos gestos el niño siente y entiende a su modo infantil, lo que el mismo es y significa para la madre, va formando una autoimagen positiva, “sí, soy importante, valgo, me quieren, tengo amigos en quien confiar, etc”. En cambio, cuando la madre le comunica a través de signos o gestos, indiferencia, frialdad, molestia, desapego, irritación, mala cara o le sacude con movimientos bruscos, molestias porque llore, se orine o haga cualquier otra cosa desagradable, el niño capta todos esos gestos y los introyecta en forma de sentimientos de autorechazo: “no me quieren, estorbo, molesto, estoy solo, nadie me defiende”…y este niño va entendiendo que, si quiere ser aceptado en el hogar, tendrá que ser “distinto” de lo que es, tendrá que hacer cosas que le hagan aceptable para su madre, ya que él, en sí mismo, no lo es, tendrá que aparecer “otra cosa”, tendrá que fingir…
Ahora pensemos en las madres que tienen que salir a trabajar, muchas con esposos que le colaboran, otras con esposos no colaboradores, otras siendo madres solteras, todas enfrentado limitaciones económicas, pero que enfrentan sus desafíos como madres y están en cierta medida ausentes. Como afecta al niño la ausencia de la madre?, las prisas de la madre que hacen sentir al niño, que lo que ella tiene que hacer es más importante para ella que el niño mismo?.
Veamos una madre con prisa dando el pecho a su hijo: con sus gestos le está diciendo, “date prisa, acaba, tengo que irme”. Este niño mama la leche y mama al mismo tiempo el sentimiento de que estorba en el mundo.
Cuán distinto el niño a quien su madre, gozosa y entregada, le da el pecho, el tiempo y todo su amor. Este niño mama la leche materna y mama también el sentimiento “soy el centro, mi madre es para mí, soy importante”.
Estos sentimientos básicos e importantes pasan a formar la autoimagen del ser humano, y permanecen en su vida como un manantial de nuevos sentimientos: lo que de niño aprendió a sentir de sí mismo, eso sentirá después de mayor en cualquier circunstancia de su vida. Conocemos al adulto que se siente solo, triste, amenazado e inseguro, y desde allí se deriva el manantial de sentimientos de sufrimientos y rechazo.
Con algunas pinceladas radiográficas, tomadas del libro “Matrimonio Adulto”, de Andrés L. Mateo, dejo en la reflexión de todos, un tema sumamente amplio y digno de analizar desde la perspectiva de la violencia doméstica familiar para su análisis, a propósito del recordatorio en eta fecha del vil asesinato político en contra del régimen, de nuestras heroínas, Las Hermanas Mirabal.
Se hace imperativo la reflexión sobre la importancia de la educación y formación del padre, en especial de la madre, en lo relativo a los sentimientos que transmitimos a nuestros hijos al criarlos, y en los resultados de esos sentimientos en su conducta de vida y desarrollo personal. Porque la violencia no surge sola, es la explosión de sentimientos maltratados escondidos como Back Up en nuestro subconsciente con alta sensibilidad.