Por: Miralva Peña
En los tiempos recientes, hemos observado un alarmante incremento en las ejecuciones de personas, acciones que son aplaudidas por aquellos que, cegados por su estupidez, buscan una falsa justicia. Este fenómeno, lejos de traer soluciones, expone una grave problemática: la complicidad de la policía, que en su afán de mostrar resultados, oculta a los verdaderos culpables de hechos delictivos.
La empatía, un valor esencial para la cohesión social, parece haber desaparecido de nuestra sociedad. La policía, que debería ser garante de la justicia y la seguridad, se ha transformado en un verdugo implacable, matando a muchas personas por equivocación o simplemente para satisfacer una mal entendida sed de justicia.
Las redes sociales, herramientas que en su origen prometían ser plataformas para la conexión y la búsqueda de la verdad, han tomado un giro oscuro. En lugar de ser espacios para la justicia y la reflexión, se han convertido en tribunas donde la violencia es celebrada y la sangre, aclamada. Esta morbosa inclinación refleja una pérdida de escrúpulos que debe alarmarnos y llevarnos a cuestionar el estado de nuestra sociedad actual.
Es urgente que detengamos esta espiral de violencia y repensemos nuestras prioridades como sociedad. Necesitamos recuperar la empatía y la verdadera justicia, y exigir a nuestras autoridades, especialmente a la policía, que actúen con integridad y responsabilidad. Solo así podremos construir un futuro más humano y justo para todos.