Por: Brendaly Morel
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ha sido durante décadas un actor fundamental en la política dominicana. A lo largo de su historia, ha contado con líderes emblemáticos, como Danilo Medina, cuyo papel ha sido determinante en los últimos años. Sin embargo, ante las crisis internas y el declive que el partido ha experimentado, es simplista y conveniente culpar a una sola figura por la situación actual. El verdadero problema del PLD no radica en Danilo Medina ni en ningún otro líder individual, sino en los propios miembros del partido, quienes han fallado en asumir la responsabilidad colectiva que exige un proyecto político de tal magnitud.
Culpar exclusivamente a Medina es una narrativa cómoda que exonera a muchos de los actores internos de su parte de culpa. Aunque es innegable que Medina ha tenido una influencia considerable dentro del partido, también es cierto que la crisis del PLD no puede atribuirse únicamente a su liderazgo. La centralización del poder en torno a una figura ha creado un espacio donde otros líderes han eludido su responsabilidad, refugiándose en la sombra y permitiendo que se perpetúe una cultura de conformismo y falta de rendición de cuentas.
Este problema se agrava cuando observamos la falta de autocrítica dentro del PLD. A lo largo de los años, el partido ha demostrado una notable incapacidad para reflexionar sobre sus errores y tomar medidas correctivas. En lugar de enfrentar sus fallos y aprender de ellos, el PLD ha adoptado una postura defensiva, buscando culpables externos o concentrando la culpa en aquellos que se encuentran en los niveles más altos de la jerarquía. Esta falta de introspección no solo obstaculiza cualquier posibilidad de recuperación, sino que también condena al partido a repetir los mismos errores que lo han llevado a su actual estado de debilitamiento.
La fragmentación interna del PLD es otro factor clave en su declive. Las luchas de poder, los intereses personales y el clientelismo han erosionado la cohesión del partido, debilitando su capacidad para actuar como una fuerza unificada. Esta fragmentación ha convertido al PLD en una maquinaria electoral que ha perdido de vista su misión original, enfocándose en la obtención de beneficios inmediatos en lugar de trabajar por el bien común. La falta de unidad no es simplemente un síntoma, sino una de las causas fundamentales de la crisis que enfrenta el partido.
Este tipo de contexto no sólo es exclusivo del PLD. Otros partidos en América Latina, como el PRI en México, también han enfrentado crisis profundas debido a la falta de acuerdos y desconexión total con sus bases. Sin embargo, algunos de estos partidos han logrado reinventarse a través de un proceso de autocrítica y renovación. Se ha hablado de la necesidad de renovar dentro del PLD, pero estos esfuerzos han sido en gran medida superficiales. Cambiar caras sin cambiar prácticas no es una verdadera renovación. Para que el PLD pueda reinventarse y recuperar su relevancia, es necesario un compromiso serio con la democracia interna. Sin una evaluación profunda en la estructura del partido, cualquier intento de renovación será un simple parche que no resolverá los problemas.
El PLD se encuentra en una encrucijada, enfrentado a un futuro incierto que no puede depender de la acción o inacción de un solo líder. Si los miembros del partido continúan evadiendo la responsabilidad colectiva y perpetuando la falta de autocrítica, el PLD corre el riesgo de desvanecerse en la irrelevancia política. Solo a través de un compromiso sincero, dejando aún lado el chisme, la prepotencia y arrogancia, desde la cúpula hasta la base, será posible reconstruir el partido y devolverle la confianza de la ciudadanía. El tiempo para excusas y justificaciones ha pasado; ahora es el momento de que los peledeístas se miren al espejo, reconozcan sus fallos y asuman el desafío de revitalizar un partido que alguna vez fue sinónimo de progreso para la República Dominicana.
El futuro del PLD está en sus manos, y la decisión de construir o destruir depende de ustedes.